martes, 6 de agosto de 2013

Artesanos II

Ella salió de prisa. La luna aún era cúspide y el frío cortaba como el filo de un naipe. Caminó hasta la esquina. Sola. Siempre sola. Él regresó a casa, fatigado, aún borracho. Azotó la puerta de su cuarto. Ella esperaba un taxi (o al otro). Él miraba el reloj. Cinco y media. De nuevo tarde. Se levanta, pone música: “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, suena, como siempre, de nuevo, la misma canción que cantaba su viejo. Ella sigue haciendo mariposas. Él escribe versos de vez en vez. Ella ya no las tira en la lluvia. Él se exilia en el trabajo. Ella piensa en él y se resigna. Él piensa en ella y se lacera. Como hace diez años. Todo se repite. Sísifo en la casa. Los dos viven anodinos, se ignoran y se piensan como antes, como siempre. Él escribe más y más cada vez. Ella no sólo lo ignora, también piensa en la muerte. Tan lánguida. Ella toma un taxi. Se baja en el lugar de siempre. Saluda a un tipo. Lo besa. Se inclina. Él duerme hasta tarde. Siempre tarde. Se alista. Ella sale de aquel lugar. Ambos salen, caminan con la misma dirección. Ella recuerda el sonido de la playa. Él recuerda su voz en la madrugada. Ella piensa en el abandono. Él siente el remordimiento de los días, pesados como lápidas. Ella no entiende. Sigue caminando. Él también sigue, con pasos lentos, el camino que lo llevó a Ella. El camina todos los días el mismo sendero. Pone sus pies en las huellas que dejó el día anterior. Ella anda por diferentes caminos, deja que el azar decida. Van a la misma dirección. Nunca se encuentran. Ya no se buscan. Ya no se extrañan. Caminan 50 pasos. Pasan casi juntos. No se miraron. Se ensimisman. Después de dos pasos, giran la cabeza. Sonríen. Aún se quieren, pero es mejor así. Llueve. En estas historias siempre llueve. Él se refugia bajo la fachada de una café. Uno nuevo, caro. Busca un encendedor. Ya no fumaba. Se golpe el pantalón, las piernas. No lo encuentra. Corre hasta el puesto de la esquina. Se moja. Pide fuego. Fuma como si al final del cigarro se acabara la lluvia. Ella sale del edificio. Usa un paraguas que comparte. Son dos personas. Camina. Platica. Sonríe, su sonrisa es gigante, como las alas de una mariposa. No hay beso capaz de abarcarla. No existe. Él lo sabe. Ella no. Ella sabe a durazno, tiene las manos suaves y las piernas largas, como un deseo eterno que no cesa. Ella lo sabe. Él no. Llegan. Él abre la puerta. Se sacude. Camina en la oscuridad hasta la habitación. Abre la puerta. No hay nadie. Nunca hay nadie. Ella llega, el aire es frío, pero acogedor, como una ventisca a la mitad del desierto. Saluda. Dibuja un quetzal. Lo borra. Empieza de nuevo. Ella no contesta la llamada. Se queda atada. Él insiste. Ella pierde la cabeza. Él desiste. Ella contesta, no es él. Otro día. Los dos repiten la rutina. Caminan el sendero que los conduce al Otro. Ya no se encuentran. Nunca más se volverán a ver.

Artesanos I

Es la melodía que engrilleta nuestras manos a este trozo de carne, pudriendo, sudando, llorando. Es la agonía inescrutable del que sabe que no se puede salvar. Nueve y media. Ya es tarde. Camina hacia la estación, compra un cigarro, lo prende, se recarga en un muro azul. Sus pantalones son fríos, se soba las piernas con las manos. Sigue caminando, llega. Ella camina hasta las escaleras, esperando que llegue temprano. Lo que ella nos sabe es que nunca llegará. Es que se fue lejos, tomó un tren con rumbo a la escarcha. Ella espero por dos horas. Nueve y media, ya es muy tarde. Las escaleras están mojadas, los escalones escurren su vacío hacia una coladera repleta de basura. Él casi resbala. Maldice, masculla, espeta. Ella lo mira pasar, desconsolada busca unas monedas para hablarle, no sabe que no vendrá, nadie le dijo que se había ido. Se paran bajo el mismo puesto de periódicos. Él sigue buscando un cerillo. Ella saca una moneda. Diez y media. No llegará. Él la mira a ella, recorre su cuerpo con un dejo de lujuria efímera. Después de dos minutos se concentra en el cerillo. La lluvia se detiene, ella camina hacia la parada de autobuses, decide que debe regresar a casa. Él no sabe adónde va, compra un encendedor. Once en punto. Mañana se volverán a ver. Suena el teléfono, toda la mañana suena. Nadie contesta. Ella cuelga desesperada, sigue llorando. Él toma una hoja de papel y hace un barquito. Lo pone en el caudal que se forma en la canaleta de una acera. Ella deja llorar, se levanta, toma un pedazo de papel y hace una mariposa, una grande. La deja caer desde el pequeño balcón que hay en su recámara, se moja, se deshace. El barco sigue su curso sólo diez centímetros después. Se voltea y se hunde. Pide un taxi, va a trabajar. Llega, no encuentra las llaves. No las encontrará, se golpea los muslos y nalgas buscando sentir el metal, pero nada. Revisa su mochila. Va con un cerrajero, uno cercano. Negocian. El hombre viejo abre la puerta. En el taller no hay nada. Sólo barro, papeles, plumas y mucha tinta. Ella no quiere salir de su casa. Los restos de la mariposa están tendidos sobre la banqueta. Suena el teléfono. Contesta con vacilación, pero finge una voz modulada y casual. Finge. Él no habla, el taller está solo, aún quedan algunos versos pegados en la pared. Barro en los apagadores. Encuentra una pluma negra. Ella saca una hoja de papel, dibuja un círculo, uno grande. Después, un espiral, unas hojas, pétalos, tallos, en forma de círculo, un centro de iniciación. Él toma un pedazo de papel y avienta una palabra con su nueva pluma. Una hoja. Una letra. Un pétalo. Otra letra. Una hoja. Los pies de un ave. Un verso. Un nombre de seis letras. Un nombre. Ninguno conocido. Nueve y media, ya es muy tarde. Sale. Sale. Ella debe ir a la tienda a comprar agua y pan, él debe buscar algún sitio, uno solo. Él toma un taxi. Ella camina sobre el filo de una barda. El taxi se desvía, el tráfico lo detiene. Ella se acerca a la tienda. Él le pide al taxista que encuentre una ruta menos pesada. Ella recibe su cambio. Él sigue en su taxi. Se baja en una esquina. Ella cruza la calle, piensa en que no volverá. Él camina por una calle que jamás había pisado. Ella se mete en su casa. Ella sube las escaleras. Él sigue caminando. Se asoma a su ventana, ve pasar a un hombre. Él, de repente voltea. La ve. No saben que se volverán a ver. No saben que estarán juntos por siempre. Pasan tres años. Él se enamora, la descubre. Ella lo mira, lo ama. No lo saben. El desprecia, como nunca, todo lo malo del mundo, se irrita con facilidad y revienta un globo. Ella camina sin saber su rumbo, con la esperanza de sobrevivir sin tener que pensar en su soledad. Él la mira. Ella lo mira. Llueve, no hay luz. Ya no pueden mirarse. Ella va detrás de él. Él lo sabe, pero ella no. Con el cuidado de los cirujanos, él deja que lo rebase. Él no sabe su nombre. A ella no le importa saberlo. Lleva 7 años fumando, no puede parar ni quiere; sale a la escaleras buscando un cerillo. Ella está en su nuevo empleo, huyendo de su soledad y de sí misma. Huye, corre, no lo sabe, aún no lo sabe. Él la mira y le dice que lo acompañe. Ella acepta con remilgos. Ella confía, él abandona. Ella abandona, él porfía. Se aman como la primera vez que amaron, incluso más, como si nunca hubieran amado de esa manera. Él resbala y cae por un hoyo, húmedo y triste. Ella lo rescata. Ella tiene dudas, él intenta responderlas sin palabras. Ella es un apando de recuerdos, él quiere salir pero no puede. Porque así es él, porque así es ella. Se aman como los niños que recuerdan. Como las cosas que se aman conscientemente, alevosamente. Ellos caminan de la mano, como si nada importara. Esta ciudad amurallada por símbolos de invierno. Porque en el tercer mes de la estación de frío decidieron terminar con la ventisca. Después de la lluvia, siempre viene la calma.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La densidad del agua golpea mis atributos

La sal es alcalina igual que los dientes
que presionan la boca de la cueva.
El derrumbe de espinas de arena comienza poco a poco,
como una marea a media noche.
Caen de abajo arriba, en pleamar.
Y me cubro con tus brazos
rotos, mancillados, altaneros, caudillos, peregrinos.
Esos brazos que hacen que los míos parezcan una rama
o varias.

Ármame con una luz en la coraza
arrástrame con ganas de no dejarme.
Te prometo arena blanca, suave
toda las piedras que traigo entre las uñas
te prometo un amaneces sin mancillar
una noche violenta sin tormentas.

Se desata la tormenta y con ella las palabras.
y los gritos no son letras, sino oraciones
y los etc. son etcéteras
mi amor se dice mortaja
y tus manos se llaman brazos
y tus pies se vuelven piernas
y mis manos se llaman
tuyas.

viernes, 30 de julio de 2010

¿Cómo interpreto esta madre?











TrastornoGrado
ParanoideMODERADO
EsquizoideBAJO
EsquizotipicoMODERADO
HistrionicoMODERADO
AntisocialBAJO
NarcisistaMODERADO
LimiteMODERADO
ObsesivoMODERADO
DependienteMODERADO
EvitadorALTO


Test de personalidad

lunes, 8 de febrero de 2010

La vitta nuova

Han pasado tres semanas desde que decidí (o al menos eso pensé) qué debía escribir en esta entrada. Estaba indeciso: ¿escribir sobre Javier Cercas y sus dos novelas magníficas acerca de Urbana? ¿Marías sería una buena opción? Hablar acerca de Todas las almas y de la "plasticidad". Quizá escribir acerca de mi tesis, de sus alcances, de sus desventajas. Escribir, se me ocurre, de los problemas teóricos que se presenta el análisis de Elsinore.

Empecé las tres propuestas:

1

Hace seis meses vino a la ciudad un gran amigo. No paseamos, no lo llevé a visitar ningún lugar interesante que no fueran las tristes cantinas que acostumbro. Le hablé de la soledad, me habló de la suya, me dijo que estaba bien, le dije que yo también (mentí). Me dijo que ella estaba bien, le dije que me daba gusto (no mentí). Anduvimos en metro muchas veces, en una de ellas, la más larga, el tema de mi tesis no pudo detenerse en mi mochila y salió, salió como una lágrima. Saqué un libro que había pedido a España (hubo un tiempo en el que podía tales ridiculeces). Saqué El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción. Le platiqué lo que tramo con la tesis, mis posibles alcances y el puño de debilidades. Le leí un fragmento de aquel libro, uno que cita una novela de Cercas (La velocidad de la luz). Me preguntó si ya había leído esa novela, le dije que no, y no reparó en contarme la historia, sin detalles, pero completa. Me contó el final, me dijo "acaba así". Y de pronto, como si una ráfaga de suspicacia arrebatara mi atención, imaginé la escena, el lugar. Pasaron dos días y la compré. Pasó una semana y la terminé de leer. Sin lugar a dudas, esa novela no sólo amplió mi horizonte, levantó mis ánimos para continuar la tesis.

No es mi intención escribir una glosa, apología ni reseña de la novela. Pero sí debo decir que es, creo yo, una manifestación clara de lo que debe ser la nueva novela. Aunque, para poder hablar de la segunda novela, es necesario aclarar que la trama de La velocidad… en realidad (en autoficción) es la historia de su primera novela, de cómo Javier escribió (con fortuna y no) El inquilino.

Un amigo se aventó a la

fil
, me preguntó si quería algo, le dije que sí (no mentí), le dije que había una novela de Cercas. No recordaba el nombre ni la editorial, sin embargo, gracias a que tenemos un amigo en la distribuidora Colofón, le pedí que me trajera lo que encontrara de Cercas en el stand de esos megapillos. El lunes por la mañana estaba sobre mi escritorio El inquilino, pregunté el precio, me lo dijo, le creí, le pagué (no en el momento pero sí). La leí en una tarde (es corta, 138 pp.), no pude detenerme, esperaba leer lo que La velocidad… me sugirió. Como si de una lectura detectivesca se tratara, busque descifrar todas las pistas que la novela anterior me había dejado. Ataba cabos, desataba otros. Mi impuntual indiferencia a lo demás era brusca, la novela tenía toda mi atención. La terminé y decidí no hablar del tema nunca (miento).

2

Todas las almas es la única novela de Marías que me atrevo a asegurar que he leído. Mi hermano me la regaló en navidad, a cambio de una novela Celoriana de mediocre manufactura (como todo lo que hace). Comencé a leerla el 26 de diciembre, tardé casi tres semanas en terminarla. El inicio es sencillamente el mejor epígrafe que pude encontrar para el tercer capítulo de mi tesis. El "yo" que inunda todos los niveles de la enunciación, la plasticidad como síntoma de un narrador que se moldea, se acomoda en el ataúd, toma su forma. Los temas sobres los warrens de Oxford; de los dones y sus filias, y de cómo la lectura se transforma en un trastorno de la personalidad. La búsqueda de un libro es la búsqueda de una mujer, una mujer de vapor, que de tan caliente se desvanecía en el aire.

3

El corpus completo de la obra de Salvador Elizondo es vasto. Elizondo, como un escritor ilustrado, o emulando a las figuras más importantes y prolíferas de la literatura mexicana, escribió y conjuró variados géneros y subgéneros literarios: cuento, novela, poesía, ejercicio narrativo, que en el devaneo de sus argumentos, oscilan entre el ensayo y la ficción; teatro, ensayo, nota periodística, crónica, autobiografía, novela autobiográfica y los recién publicados diarios personales. Su autobiografía se publicó en 1966, bajo las órdenes y la mano editorial de Rafael Giménez Siles, en el proyecto Nuevos escritores presentados por sí mismos. Esta colección levantó grandes expectativas, ya que los autores que escribirían su autobiografía no revesaban los 35 años: Juan García Ponce, Carlos Monsiváis, Juan Vicente Melo, entre otros. Las obras estarían prologadas por Emanuel Carballo, reconocido crítico mexicano que se ha encargado de hacer antologías (algunas paradigmáticas) de escritores mexicanos. En el prólogo a la primera edición, de Salvador Elizondo, de Salvador Elizondo, Carballo asegura que él será uno de los escritores mexicanos más controvertidos, ya que la inteligencia del autor de El retrato de Zoe y otras mentiras, sobrepasa las características naturales de los escritores mexicanos.

Huberto Batis advierte que Elizondo hizo "una disección a lo Farabeuf, limpia, incruenta, gozosa". Se lee en Batis una propuesta de lectura, es decir, Batis lee en la autobiografía la misma pulcritud e ingenio que Elizondo esforzó en su primera novela. No le interesa el trasunto del texto, la veracidad y corrección política. Sin embargo, Batis continúa: "una tremenda impresión que llega hasta el terror y la náusea asalta al lector en este viaje al fondo de la cloaca que son los 34 años de vida de Salvador". En este segundo fragmento, Batis declara que la veracidad del texto de Elizondo no debe ponerse en tela de juicio, ya que asegura que este texto refleja muy bien el estado y trayecto de la vida del autor de El Hipogeo secreto. Estos dos fragmentos del texto de Batis se publicaron en el mismo año en que aparece
el texto de Elizondo. Bajo esta misma directriz se podrían erigir críticas e interpretaciones de la obra, sin embargo, como el propio Elizondo lo confiesa: "el género autobiográfico sólo es exacto y sincero en la medida en que el lenguaje le permita serlo". Elizondo se destapa, asegurando que el lenguaje será el único condicionante de la verdad, de la veracidad, dejando sólo, para el lector, la verosimilitud. Por su parte, Christopher Domínguez Michael, asegura que "la relación [del texto] con la vida de Salvador Elizondo es secundaria, es una de las piezas más hondas de la literatura contemporánea en nuestra lengua" Domínguez Michael asegura, entonces, que el pacto que Elizondo hace con su lector, no es autobiográfico, sino "suicida, que sólo algunos creadores logran establecer con sus víctimas.

Elsinore se publica en 1988, bajo la expectativa de casi 20 años sin publicar una novela. Alfonso D'Aquino, a unos meses de publicada la novela, afirma que Elsinore, del mismo modo que toda la producción de Salvador Elizondo, es un "aparato mental", "un artefacto" además asegura que la categoría que Elizondo otorga a su texto: cuaderno, no responde a otra necesidad que no sea la de justificar, según D'Aquino, que Elsinore es una narración "imprevista e inconsciente, si bien literariamente premeditada". El crítico asegura que el texto de Elizondo pacta con lector un trato de significación, en el de ningún modo deben esperar una pieza de pulcritud literaria, ya que hablará de sí mismo, de su historia personal. Sin embargo, líneas más abajo, D'Aquino afirma que Elsinore, sin embargo, "es además 'un sueño por escrito' es otro de esos ejercicios de escritura pura (o bien, de escritura 'a la segunda potencia', doblada, plegada sobre sí misma) que S. Elizondo suele emprender o proyectar". Parece que el crítico resuelve un ejercicio de conciencia y de reflexión en la proyección de su texto, o, simplemente, da dos opciones de lectura para Elsinore. Una lectura comprometida con su lector y con la confesión de su vida, y otra donde, como en el grueso de su producción, es un ejercicio narrativo que proviene de una conciencia de escritura, un ejercicio más de la grafostática elizondina, en palabras de D'Aquino "escritura a la segunda potencia, doblada, plegada sobre sí misma. (Texto extraído del proyecto presentado en la coordinación. Lo sé, qué huevón, pero ni modo, sí me dio hueva escribir algo nuevo.)

Pero no, esta entrada es sobre la vida nueva, sobre las cosas que están y que no pienso dejar ir. Aunque el sino de mis últimos días sea cruel como el que más, he decido enfrentarlo, no cederle el paso.

La gente entra y sale de mi vida como la marea, siempre vuelve. He descubierto que tengo más amigos de los que imaginaba, que la crueldad a la que según yo estaba consignado es sólo una artimaña de Él para hacerme más fuerte, un truco publicitario de falsas respuesta. Estoy seguro que la vida, de ahora en adelante, será justa en su trato. Quiero desechar los viejos zapatos y ponerme los nuevos, esos que acabo de estrenar pero que aún no me quedan bien, el tiempo se encargará (espero) de moldearlos a mi medida. Si no se moldean, no me quedará de otra: aventarlos y comprar otros.

Decidí, léanlo bien, que nadie más me hará volar a la deriva, procuraré no dejar a la deriva a nadie, como sé que lo he hecho. He decido concentrarme en lo que he ganado y olvidar, por fin lo perdido. "Puse precio a mi libertad, y nadie quiso pagarlo, te cambio tu corazón por el mío, para mirarlo y mirarlo" dice Calamaro. Nunca una canción de ese cretino me había dejado tan calado un verso. Pero creo que ése queda oportuno con el tono de esta entrada, una entrada de despedida.

Adiós a lo anodino de mi condición, adiós al folclore barato que me envolvió por trabajar en una editorial. Adiós a los aviones que siempre se van sin despedirse. Adiós al manicomio de mi cama. Adiós a perseguir el éxito. Adiós a la carrera sin freno por los oropeles. Adiós a la melancolía de los brindis.


 

Vida nueva, y tierra nueva, ojos nuevos. Ojos de papel volando…a todos diles que sí, pero no les digas cuándo.

sábado, 30 de enero de 2010

Aquella noche no llovió

Furioso pétalo de sal

                        

Nada me importa en la ciudad / si nadie espera

Fito Páez


 

Con los pies desnudos

soñé que era mariposa

soñé que me transformaba en mandarina o manzana

y caminé sobre el pasto, el verde casi café césped

que hay en la espesura de tu piel.


 

Llevé mis pasos hasta el rosal que abunda tus mejillas

soñé que era mariposa

vacilé en tocarte, en rozar tus pétalos-mandolina

soñé que me transformaba en mandarina o en manzana

me detuve en ti, en tu planicie de azúcar.


 

Tartamudo, quise hablarte.

sueño que soy mariposa

me alcanzó un golpe de tu aliento.

Mudo, quise besarte

sueño que me muerdes, que soy mandarina o manzana


 

Aleteaste, pétalo, con intransigencia de nube

soñaba que era mariposa

Y el descolón me arrojó a una silla

soñaba que me transformé en mandarina o manzana

furioso pétalo, asaz embustero.

Abandoné mi sueño de azúcar para caer

en un cáliz da sal

de agraz y de acíbar


 

Furioso pétalo de sal,

déjame soñar que soy mariposa

déjame soñar que soy mandarina o manzana

Y que me estanco en tus mejillas

Y que te beso

y que me muerdes.

Y mis peticiones no fueron escuchadas... y me quedé sin sueño, sin palabras.

sábado, 5 de diciembre de 2009

LTG

Coloquio "A 50 años del libro de texto gratuito". Mesas 5 y 8


 

México: ¿país plurilingüe?

Un coloquio que tiene la finalidad de censurar, a través del diálogo entre Estado e instituciones de investigación, la validez y pertinencia de los contenidos y métodos de los libros de texto, resulta más sospechoso que un talibán en Manhattan. Las investigaciones y análisis de los libros, al menos las ocho que escuché, adolecen de carácter crítico y se sustentan en la recolección de datos y en estudios cualitativos pequeños e incompletos. La espontaneidad del congreso es la causa de estos problemas. Las polémicas generadas por los paupérrimos libros de texto producidos en el marco de la vituperada Reforma Integral de la Educación Básica (rieb, pa' los cuates) son el origen de este coloquio. La comparación y la conciencia histórica son un pretexto que apunta hacia el "uso" de las instituciones de investigación.

Las mesas de trabajo que corresponden a este reporte no son la excepción de este mal. Las ponencias (todos presentadas en lindas diapositivas), por más críticas que aparentaron, se dedicaron a atacar las políticas de educación en el país, sin manifestar ni condenar a los responsables directos (autores y desarrolladores curriculares) de los problemas concretos y evidentes. Para muestra, citaré los puntos clave de las ponencias presentadas los días 11 y 12 de noviembre en el coloquio ya mencionado.

La primera ponencia de la mesa 5, la de Cecilia Graves, "Libros de texto gratuitos en lenguas indígenas. Una mirada desde la realidad de las aula" tenía un eje rector: analizar los aspectos culturales que aparecían en los libros de texto gratuitos en lenguas indígenas. Éstos, los de 1994, se elaboraban a partir de las características de cada variante o región dialectal, por ejemplo, había un libro para las comunidades nahuas en Guerrero y otro para las comunidades nahuas en Puebla y el Estado de México. Los elementos que aparecían como muestra del tipo de vida, costumbre, actividad económica, y los respectivos sincretismos religiosos, desaparecieron, ahora, con los libros de la "brillante" reforma, sólo hay un texto único que se traduce en las diferentes lenguas y sólo en pocas variantes. Además, señala con un dedo inquisidor la nula preparación del magisterio en materia bilingüe, ya que los maestros, según la investigadora del Colmex, no están capacitados para hablar en dos variantes distintas, y muchos menos para enseñar la lengua de manera correcta.

A pesar de demostrar los problemas con citas textuales, Graves culpa de manera categórica al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, a sus vicios y malos manejos en la distribución de plazas y demás injurias que bien pudo haber leído de alguna plana de El Universal. Graves, como sus compañeros de mesa, se desvía por los enemigos comunes del estado y las instituciones: el sindicalismo recalcitrante. Qué fácil.

Siguió, quizá con más expectativa, Sylvia Schmelkes y su ponencia "Los libros de texto gratuitos en lenguas indígenas", la doctora de la Universidad Iberoamericana asegura, o al menos eso decían sus diapositivas, que el elemento innovador de enseñar alguna lengua indígena es enseñar en la lengua indígena, respetando las variantes dialectales. Cosa que, como mencionó Graves, ya desapareció. Sin embargo, Schmelkes apunta una directriz importante: los nuevos libros, además de adolecer de identidad regional, tienen problemas editoriales, propios de ediciones marginales que no tienen una supervisión directa de editores en la lengua. Además, las lenguas indígenas, gracias a la cantidad de variantes, carecen de gramáticas y ortografías oficiales, los maestros deciden, a través de un análisis de la pragmática, como escribir sus variantes. Schmelkes dirigió su ponencia a la exposición de los problemas, pero no a la solución ni a las propuestas. Sus aportaciones en el campo de la estadística son excelentes (a pesar de confesar que le costó "mucho trabajo entrevistar a niños indígenas"), pero culpar a las políticas de educación (además de demostrar nuestro moralismo trasnochado), es un síntoma que llevábamos cincuenta años padeciendo.

La tercera ponencia, la de Palemón, "Mi experiencia como maestro bilingüe con el uso de los libros de texto gratuitos en náhualt" fue la más interesante. El maestro de escuela en lengua indígena narró las vicisitudes que sufrió cuando se encontró en una tierra lejos de la suya y con un náhuatl distinto al que mamó en casa. Demostró, con ejemplos claros, que la diversidad dialectal es un motivo de pertinente reflexión. No sólo con la elaboración de los libros, sino en el diseño del programa y en la ausente formación de los profesores: "no pueden enfrentarse a este tipo de problemas [las diferencias en las variantes de la lengua]". A pesar de que el profesor de Chilapa, Guerrero, aseguró que no existe una veta en la educación en México que subsane estos problemas, aseguró que los problemas tienen una solución que rebasa a las autoridades, los maestros deben ser el eje comunicante entre el niño y el conocimiento. La ausencia de criterios claros es insubsanable, pero, como aseguró Palemón, no es sólo culpa de las políticas de educación sino de los hablantes y su ensimismamiento: "la familia no permite que los alumnos aprendan en otra variante que no sea la propia, no por generar problemas de comunicación sino por identidad e integración". Los maestros, figuras proféticas (si no, pregúntenle a los muchachos del Conafe, que manda a profesores a las comunidades más marginadas a dar las provechosas y brillantes clases multigrado) forman sus propias reglas, ya no sólo en el uso (de hecho, creo que ya no hay un uso correcto de alguna lengua indígena) sino en la familiarización y la integración de la lengua indígena en la cultura occidental: la división silábica asociada a la pronunciación, la acentuación y el uso de tildes. La unidad lingüística es "latente" no evidente, el discurso de Palemón fue claro en demostrar que el problema está más allá de la buena hechura de los libros, de los sistemas políticos de educación y de la desarticulación de la rieb, el problema: la identidad y la pertenencia, es profundo y aún no ha tocado fondo.

La última ponencia de esa mesa, una coladita, fue la de Margarita Peón Zapata: "Impacto de la evaluación educativa en los enfoques, programas de estudio y materiales educativos de la Reforma Curricular". Como buena estadista, su ponencia estuvo "atascada" de datos y cifras que, si no supiera que pertenece al inne, pensaría que las sacó de internet (de Wikipedia). Pero lo más interesante de su ponencia fue el ataque flagrante hacia los libros de Español de primer y sexto grados.

La Dirección Editorial ha dicho hasta el cansancio que los libros de Español (y de otras materias) tienen los suficientes problemas como para competir por la "Frambuesa de oro" de la Caniem, no sólo por los terribles problemas de contenido y el desconocimiento por parte de los autores de las verdaderas condiciones de los niños de primer y sexto grados, sino por la exigencia garrafal, la ignorancia brutal y la terrible coordinación que existe entre los desarrolladores del currículo y los autores. (¿Acaso no existe un elemento que integre y se dedique a analizar las sugerencias [alocadas e igualmente infames] del programa en relación con los libros?) Los niños de primer grado, según el programa de preescolar de 2004, no saben leer ni escribir, sin embargo en el libro de Español de primero ya lo azuzan con sendas páginas del "Conoce tu libro". Las definiciones del libro de sexto están incompletas, son deficientes y ocurren en lugares comunes. Todos estos males, citados por Peón Zapata, la Dirección Editorial los identificó y se quedaron en la salita de espera, esperando que "la revolución les haga justicia".

El español: ¿asignatura, enseñanza o aprendizaje?

Esta mesa, además de todos los problemas que cita y a los que acude, tiene uno grave: el título. El título carece de unidad reflexiva, es decir, la pregunta retórica no forma una ligazón entre cada elemento: asignatura, enseñanza y aprendizaje. La lengua o mejor dicho: el correcto uso de la norma, o como le gusta decir a Rebeca Barriga, el uso apegado a la norma del español, se aprende en una asignatura, donde el enseñanza va de la mano del aprendizaje, es decir, a través de las unidades enseñanza-aprendizaje (modelo que utiliza la grande, victoriosa y alma mater de los próximos intelectuales del país: Universidad Autónoma Metropolitana) en las que el constructivismo dicta las dimensiones y los alumnos generan el conocimiento a partir de deducciones, inferencias y demás actos detectivescos.

La discusión, en el caso de español, requiere de lingüistas acuciosos, especialistas en la enseñanza de la lengua e investigadores que resuelvan el conflicto de los modos y formas correctos de enseñar a hablar (comunicación y convivencia) y a escribir, correctamente. Sin embargo, la mesa tuvo de todo menos eso. Rebeca Barriga, organizadora del evento y conocedora del problema de la enseñanza del español en México, en "¿Cómo ha vivido (o sobrevivido) el español en los libros de texto gratuitos?", analiza, a partir de comparaciones textuales (propias de la ecdótica más retorcida) los avances y retrocesos de los libros. Su comparación fue muy básica: los libros "de la patria" no tenían tantas instrucciones y los últimos libros abusan en el tamaño de éstas. Rebeca asegura que con los libros "de la patria" el alumno sí aprendía a leer y a escribir correctamente, y no porque sea un síntoma visible en la cultura de este país, sino porque a los padres de familia de hace veinte años así le parecía (sic). Los nuevos libros, según Rebeca, "tienen mucho texto". El diagnóstico que prevalece es ese: "mucho texto".

Rebeca Barriga, cursi y nostálgica, recuerda cómo aprendió el uso correcto del español, recuerda los problemas que tuvieron los niños de aquella época (y los de las diferentes reformas) con los nuevos libros; aseguró que todos los libros son perfectibles y que, como dice Pablo Latapí, "el libro que satisface todas las expectativas está por escribirse", sin embargo, repetidamente cae en el juego del coloquio (evidentemente, ella es la organizadora) la crítica hueca, despechada y sin contrapropuestas.

La siguiente ponencia, "¿Cómo enseñar mejor la lengua nacional o el español?" la más pintoresca, la dictó, platicó y narró la maestra Ana Elisa Godoy Gudiño. Aún no entiendo el porqué de la ponencia: una directora de escuela primaria (la tres veces H, "Melchor Ocampo") en la que coexisten alumnos en lenguas indígenas, alumnos provenientes de algún orfanato y otras "especies" de alumnos que, según la maestra Ana Elisa, pueden convivir de manera armónica en la misma escuela. No lo dudo. Lo que sí dudo es la pertinencia de todos esos comentarios, sí, es claro que en una escuela con una fauna estudiantil tan vasta es difícil impartir de forma adecuada las clases; por ejemplo, los alumnos que necesitan aprender en lengua indígena y en español no tienen un maestro. La maestra Godoy aseguró que sus alumnos se marchan a sus ferias patronales y no vuelven sino tres semanas después (¿y las clases? ¿y la problemática por la falta de profesores?).

La maestra Godoy contó acerca de su pasado magisterial, de los problemas que sorteó cuando impartió clases en un colegio católico, de los libros "de la patria" que se guardaban en bodegas y que nunca llegaban a los niños (como los Libros del Rincón). En fin, su ponencia nunca llegó a buen puerto, o quizá sí, sólo cuando ofreció un empleo (sin pago, claro) a algún profesor bilingüe. Las otras dos ponencias, además de ponernos al día en materia tecnológica, disertaron sin mayor pena ni gloria acerca de las tecnologías de la información y la comunicación, las tic. Las evaluaciones de materiales multimedia (Enciclomedia, específicamente), las virtudes y desventajas de un programa de grandes vuelos que no se aprovecha al máximo, sobre todo si consideramos los problemas culturales y políticos que acuden en la política de este país.

El fracaso de la enseñanza de la lengua se transforma en el fracaso de la historia. En el fracaso de la cultura. Pablo Shostakovsky, asegura que

las particularidades propias de la mentalidad y del temperamento de cada pueblo se expresan con gran relieve en su idioma. Esto es tan cierto que el pueblo ruso, antiguamente, identificaba la noción de idioma con la de pueblo, expresándolas por medio de una misma palabra: yazík: lengua.

Con las lenguas indígenas ocurre algo similar; la variante dialectal delimita las costumbres y define la cultura de la zona donde se habla, por ello, la enseñanza de la lengua (español o tseltal, tojolobal, rarámuri, etcétera) es la pieza clave para encontrar una respuesta a la más cursi de las preguntas: ¿qué significa ser mexicano?

Para analizar el problema de la enseñanza del español tenemos 3 niveles: 1) los libros y el desarrollo curricular, que sabemos tienen problemas serios. 2) La docencia, la falta de preparación y de formación continua, para muestra, la maestra Godoy. Su dispersión, su uso tan "despegado de la norma del español" (como diría Rebeca Barriga), la vacuidad de su discurso, entre otras fallas; y 3) las instituciones que norman y rigen las investigaciones acerca de la enseñanza del español, por ejemplo, las "valiosas" aportaciones de Rebeca Barriga. Los tres niveles adolecen terriblemente de carácter crítico, al menos eso demostraron en el coloquio. Nadie observó, por ejemplo, el problema más recurrente de los libros, el desapego total a las prácticas sociales de la lengua, ésta no es una herramienta, sino lo que nos define. Ningún ponente ni ningún autor se detuvieron a reflexionar sobre el vacío que existe entre la lengua y el alumno, entre el contexto y la información (olvidemos a Jakobson) que hacen los autores de estos y de los libros anteriores (de la reforma del 93).

martes, 29 de septiembre de 2009

Infortunios y despedidas

La nube rozó la mejilla del esclavo y éste se convirtió en polvo, polvo enamorado, eso quise ser yo, salir ileso de las malintencionadas garras del triunfo-fracaso. Pero no pude, entré en él como se entra a una casa incendiada, ofuscada por las llamas, que al final parece derrumbarse.
Llevo algunas semanas con una sensación tan extraña e inusual que no he podido dicernir si es eso: una sensación, o sólo un malestar, síntoma de la crisis o de la influenza.
Los días no se detienen y no he podido razonar a cabalidad lo que pasa. Subo fotos a mi facebook, le hablo a los viejos amigos, converso, me pone triste caminar, leo los viejos poemas, escucho las mismas canciones. Un amigo me dijo que se eso se llama nostalgia; a lo que respondí: "nostalgia de la muerte, sólo los putos", nada inteligente, pero me sacó una sonrisa.
En greigo, "regreso" se dice nostos, algos, significa "sufrimiento". Entonces, "nostalgia" es el sufrimiento por no poder volver, por la tierra madre de la que nos hemos despegado y por infortunia bucólica no volveremos.Eso es lo que siento, eso es lo que me produce tanta distracción en el trabajo, eso me quita el sueño con reticencia. Me ha invadido una triste leve, saudade, como en los campos de cebollas.

Fueron tres años de conocer, de caminar, de pasear por todo el país con la exclusiva empresa de reconocerme en otros rostros. Conocí muchas personas, muchos rostros es lo que aún no me identifico. Algunos son mis amigos, otros no sé dónde están ni si viven ni si quiera sé si me importa. Así pasa mi vida, "delante de la luz cantan los pájaros" y nunca me entero. A mis amigos, les dedico mi tiempo, mis lladas, mis entradas, a los demás, sólo les dedico ésta.

La primera estación fue hace tres años: noviembre de 2006. Guadalajara. La gente con la que viajé fue la indicada par iniciarme en el extraño arte de convivir con estudiosos de la literatura. mis amigos, dos, se portaron a todo dar conmigo, compartieron su tiempo y su espacio conmigo. Bebí con desesperación y asalté las buenas conciencias. Ahí conocí a las personas que guiarían mi curso congresero durante los siguientes 30 meses. Volví sin un quinto, con la miseria entre los dientes y con una sensación de fracaso que no cabía en la maleta.
Mi regreso a la universidad fue extraño, como si mis pies me jugarán la peor de las bromas y empezaran a despegarse del suelo. A subir, subir, subir, subir...hasta que mi cabeza tocó la punta más alta de la cúpula. Pasaron los meses y mi currículum se llenó de proyectos, de inquietudes. Quizá el congreso de Marzo de 2007 fue lo que me motivó a hacer lo que hice: organizar uno, quizá pequéño, pero fue el comienzo de una carrera que me trajo incendios fortuitos.
Cada año, la última generación de la licenciatura en letras hispánicas organiza un congreso interno,uno sin más miras que conocer los trabajos de otros compañeros y escuchar ponencias escritas por los profesores, esas que por tiempo o bulia, no dicen en sus clases. Ese verano nos tocó. Las cosas salieron a pedir de boca, quizá el tiempo fue el único complice de nuestros detractores, pero durante cinco días, bebimos, leímos, platicamos y conocimos gente poca madre, el único congreso que ha reunido tanta banda de otras universidades. En fin, esas vanalidades no fueron el asutno más importante durante esa semana. Estar con mis amigos, organizarlo entre cuates que, con todo y peleas, al final nos dimos el mejor de los abrazos. Eso fue lo mejor.
Pasaron los meses y llegué a la ciudad que hizo de mis veranos y de mis borracheras los mejores momentos de esos tres años: Guanajuato. La ciudad de mis mejores fiestas. De los poetas viejos, de los nuevos amigos, de la vetusta condición del diletante que no se rinde.
Después vinieron más congresos, muchos más. Hasta octubre del año pasado.
Tenía un nuevo trabajo, uno bueno. Mi tolerancia al alcohol era la de un pirata español y mi espíritu estaba tranquilo, aburrido y anodino. Llegó el día que esperamos casi dos años, la Ciudad tendría la palabra...sólo dijo mentiras, y cuando no, balbuceaba como un bebé. Todas las ciudades son así, al menos las importantes. Así pasaron las geografías congreseras, la manía por juntar a los futuros intelectuales y editores de este país.Descubrí que el amor por la ciudad sólo es la sinécdoque del amor por la persona, viajé y me enamoré, me desanamoré me convertí en judío converso, en cristiano viejo y musulmán.

Cada congreso tiene un abánico de anécdotas, gente que muere por no saber que la vitud más grande de un alumno de literatura es su silencio. Con golpes aprendí la lección, con sudor y mutis. Algunas noches pienso en regresar a cada ciudad y encontrar a la misma gente, perderme con ellos, en las noches en las madrugadas, entre sábanas y hojas de maguey; pero nunca vuelvo ni volveré, por que "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver".

Así sólo me quedo con fotos, hojas impresas, firmas en papeles, gafetes y un sabor a podrido entre líneas. Dejo el mundo del cabaret literario, el de la comicidad de los versos, el de la mujer alivianada. Sé muy bien que los que siguen gozarán lo mismo y sufrirán más porque, a pesar de todo, tuve la fortuna de encontrarme con gente honesta, inteligente, acuciosa y avispada, a ellos me los llevo y les auguro el peor de los futuros: el éxito.

Gracias, sé que me extrañarán.